Lucha contra la ludopatía

Regular los locales de juego, una apuesta política

El hecho de que el juego no tenga más límite que la mayoría de edad conlleva transmitir el mensaje social de que es una actividad recreativa más y no es peligroso, pero no es así

sala de apuestas de un bingo en madrid

sala de apuestas de un bingo en madrid / periodico

Gemma Altell

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¿Por qué genera tanto debate la regulación del consumo de cannabis partiendo de una situación de prohibición y por el contrario genera controversia la apuesta por regular la cantidad y ubicación de los locales de juego y casas de apuestas partiendo de una situación de libre mercado? Me parece, sinceramente, hipocresía social: sabemos que la adicción al juego aumenta pero no queremos regular la actividad con la que, sin duda, hay un lucro; sin embargo suelen exagerarse los datos respecto al consumo de sustancias y los clubs cannábicos suelen ser estigmatizados o criticados y el posible lucro es uno de los motivos.

El Ayuntamiento de Barcelona ha decidido regular y limitar espacios susceptibles de generar una adicción tan importante como la ludopatía. La polémica está servida. El grado de “peligrosidad” de una sustancia o un estímulo no suele venir definido por su estatus legal; sin embargo esta es una confusión frecuente. Así, a menudo menospreciamos los efectos dañinos y el potencial adictivo del alcohol, el tabaco o los psicofármacos y, por ejemplo, cargamos las tintas con el cannabis. No tiene que ver con la información objetiva sobre los efectos, riesgos o consecuencias sino con cómo hemos integrado la normalidad de su uso por la posibilidad de obtenerlos en cualquier establecimiento al alcance de toda la ciudadanía (como mínimo mayor de edad y a veces ni siquiera con este límite). Lo mismo pasa con el juego; si bien en algunos de estos locales existe el límite de la mayoría de edad no existe ningún otro límite y ello conlleva transmitir un determinado mensaje social: el juego no es peligroso, es una actividad recreativa más. Pero no es así. El potencial adictivo es alto y, además, suele cebarse en personas con bajo poder adquisitivo.

Como casi todo en la vida, las políticas públicas deben mantener un equilibrio entre acompañar a la ciudadanía a tomar conciencia de los riesgos -y para ello tomar medidas que regulen estos  riesgos- y a la vez deben estimular la capacidad de tomar decisiones de forma crítica. Las medidas tomadas actualmente por el Ayuntamiento de Barcelona no hacen más que reequilibrar situaciones que estaban muy descompensadas entre diferentes situaciones (en este caso no son sustancias) con potencial adictivo. Una vez más los estereotipos juegan un papel aquí: ¿Qué adicciones son asociadas al glamur y cuáles tienen connotaciones negativas?

Aun así queda una asignatura pendiente que es incorporar la perspectiva de género en estas medidas: el grueso de mujeres con problemas con el juego están invisibilizadas. Utilizan más el juego 'on line' u otros ámbitos donde puedan ser menos reconocidas porque, igual que pasa en el ámbito de la adicción a sustancias, la estigmatización de ellas es mucho mayor y, por consiguiente, el riesgo de peor evolución en los casos de mujeres es mayor. Así pues sería interesante pensar en acciones dirigidas a sensibilizar o regular las plataformas 'on line'  para que la intervención sea preventiva en toda la diversidad de situaciones.