Puigdemont intenta europeizar la crisis catalana y pide la mediación de Tusk

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El expresident catalán niega en la presentación de su libro que haya mantenido contactos con el círculo del presidente del Consejo Europeo

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Carles Puigdemont, durante la presentación del libro

Yves Herman / Reuters

Las cosas van para largo. Lo reconoce Carles Puigdemont en el libro que ha presentado esta mañana en Bruselas. “Aún nos queda lejos, ya lo sé. Incluso hará falta tiempo para crear las condiciones para que pueda haber un diálogo”, escribe el expresident en el libro ‘Carles Puigdemont, la crisis catalana, Una oportunidad para Europa’, que recoge sus conversaciones con el periodista belga, Olivier Mouton.

En la rueda de prensa de esta mañana, también ha confirmado que el diálogo requiere tiempo. “Si hay la mínima posibilidad de resolverlo a través del diálogo, hay que hacerlo, y ello requerirá tiempo”. A pesar de ello, Puigdemont también añadió que si no hay voluntad de diálogo, el unilateralismo “es legal y legítimo”.

Tusk es el únocp “que se ha expresado de forma muy correcta”

El libro empieza contando las raíces de su voluntad de independencia, recordando que “de pequeño no podía llamarme Carles”, para concluir con “mi propuesta para salir de la crisis catalana”, que pasa por una mediación europea. Afirma que en su momento tuvo la esperanza que el rey Felipe VI pudiera tener un papel en un proceso de este tipo, pero que el discurso del 3 de octubre, cuando afirmó que los dirigentes catalanes estaban “al margen del derecho y la democracia”, “lo desacreditó”.

Al no divisar ninguna figura válida para jugar este rol en España, ninguna personalidad “neutral”, Puigdemont dirige la vista a Europa, y señala a Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, como la persona que podría realizar este papel. “Hasta ahora es el único que se ha expresado de forma muy correcta”, dice el expresident en el libro, aunque en la rueda de prensa reconoció que no ha mantenido ningún contacto con él ni con su equipo para plantearle esta posibilidad.

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Olivier Mounton junto a Puigdemont en la presentación del libro

Yves Herman / Reuters

Puigdemont, en él último capítulo del libro, fija las condiciones para hacer posible esta mediación: que sea discreta, no pública, que se entre en el diálogo sin condiciones previas, que todo el mundo pueda defender sus ideas, y que sea un proceso sin agendas. “Somos conscientes que puede durar mucho tiempo” dice Puigdemont, y también reconoce que hay otro obstáculo previo para su propuesta, que España acepte esta mediación, un punto que rechazaba el anterior gobierno, con Rajoy al frente, y también el actual, presidido por Sánchez. Por cierto, que Puigdemont ha precisado que desde que está en Bruselas, no ha mantenido ningún tipo de contacto, ni directo ni indirecto con el presidente del Gobierno español.

El libro es un intento de europeizar el problema catalán, de sensibilizar a la opinión pública europea sobre la crisis que barre Catalunya y España los últimos años para sorpresa de muchos ciudadanos de los países vecinos. La tesis de Puigdemont es que “la crisis catalana en una crisis europea, y no solo española”, y para justificarlo, vista la reacción prácticamente unánime de las autoridades europeas al lado del gobierno español en este conflicto, el expresident apunta que tienen que dirigirse “más directamente” a los ciudadanos europeos que a sus instituciones.

Ningún editor español se ha interesado en publicar el libro

Un libro que aparece en tres lenguas, catalán, francés y neerlandés. A la pregunta de este periódico de por qué no sale a la venta también en español, ya que sería la oportunidad para dar a conocer su mensaje al resto de España, el editor responsable Maarten van steenbergen, afirmó que “no ha habido ningún editor español que se haya mostrado interesado”.

Para escribir esta obra, el periodista Olivier Mouton ha mantenido largas conversaciones con Puigdemont en distintos puntos de Europa, siguiendo el periplo de su entrevistado. Empezaron en Waterloo, primero en un apartamento, luego en la casa situada en la rue de l’Advocat, ya famosa, para después mantener reuniones en Alemania, en los 4 meses y 4 días en qué Puigdemont estuvo allí esperando la sentencia judicial, y finalmente, de retorno a Bélgica, mantuvieron sus últimas conversaciones de nuevo en Waterloo.

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