España

Nineo, nineas, ninea

En la barra del chiringuito somos los mejores, no hay quien nos supere cuando el sol se va poniendo a media tarde y el salitre nos seca la piel. Ellos y ellas huyendo del frío y húmedo mundo luterano, se desperezan entre las hamacas sin pensar en la vuelta a sus despachos. En la tumbona, la generación más preparada de españoles (sic), tampoco lo hace. Ahí convergemos con los alemanes, daneses y suecos, «nos la pela volver a septiembre». No se preocupen, pasan de «marrones» porque no tienen empresa en la que currar al finalizar los días tibios. Se trata de «ninear» todo el tiempo posible, y este «nineo», que es el verbo con el que la OCDE nos pone la cara «colorá» cada vez que nos pone en una lista, rompe las costuras de un modelo de sociedad que se dice avanzada. El 22% de los jóvenes españoles son «ninis», versión moderna de los flojos patrios para tormento de las víctimas con las que comparten la vida cotidiana y la salita de estar. El «dolce far niente» hipotecado de un país que ya hace tiempo que se va a la porra irremisiblemente, aunque Pedro Sánchez insista en que estamos a la cabeza del progreso humano. Otra mentira cochina, igualados por lo bajo con nuestros vecinos, que nos vuelven a ganar por goleada como siempre que se habla de desarrollo y bienestar. Esa misma franja de «ninis» repite también al alza entre los que se gastan los euros en las apuestas deportivas, saquen sus propias consecuencias. Un futuro prometedor para el imperio de los mil años que preconizan las encuestas cocinadas de Tezanos. «Ninear, ninear», cantan las cigarras de la era covid.