La inmunidad colectiva

La visión del médico

La segunda ola de la Covid-19 y el avance de diversas vacunas en fase experimental han renovado el interés por la inmunidad colectiva o inmunidad de grupo. Si una parte sustancial de la población es inmune a una enfermedad infecciosa, bien por haber superado la enfermedad o bien por haberse vacunado (inmunización sin enfermedad), la transmisión de persona a persona se reducirá de tal modo que es posible su control sin necesidad de proteger (vacunar) a toda la población, especialmente a aquellos que no pueden vacunarse (por ejemplo, recién nacidos o personas con inmunodepresión). Cualquier aumento del porcentaje de población inmune ayuda a reducir la transmisión de la enfermedad.

Se estima que para alcanzar los niveles de inmunidad colectiva en la Covid-19 será necesario que un 60%-70% de la población sea inmune. En estas condiciones (inmunidad colectiva) se producirían todavía casos aislados, incluyendo casos graves, y algunos brotes localizados, pero no una situación epidémica como la actual.

La epidemia de Covid-19 está activa. Hay mucha población susceptible de infectarse (probablemente el 80%-90% no tiene aún inmunidad). El control efectivo de la transmisión se debe seguir realizando mediante las intervenciones no farmacológicas (distancia, higiene de manos, mascarilla, ventilación), la detección rápida de casos y contactos, su aislamiento o cuarentena.

La inmunidad colectiva es el objetivo a alcanzar y alcanzable. La inmunidad adquirida se puede situar hoy alrededor del 10-20% de la población. El 50% restante deberá alcanzarse necesariamente por la vía de la vacunación. El éxito o fracaso de la vacunación, y por ello el control o no de la pandemia, va a depender de la efectividad de las vacunas y del numero de personas vacunadas. Los escenarios más probables sitúan esta efectividad alrededor del 60-80%, por lo que el porcentaje de población vacunada
deberá ser elevado (probablemente 70%-80%). Si la efectividad de las vacunas es superior no será necesaria tanta cobertura y viceversa.

Y aquí entra un concepto fundamental: la solidaridad y la confianza en la ciencia frente a la individualidad y la desconfianza en la ciencia. Obviamente habrá que esperar a los datos definitivos de las distintas vacunas frente a la Covid-19 y su autorización por las agencias evaluadoras. En el momento en que se publiquen y sean favorables (balance riesgo-beneficio), habrá que considerar que actitudes tipo “yo mejor no me vacuno” o “yo mejor me espero y que se vacunen otros antes” no son solidarias ni estarán basadas en las evidencias científicas.

Las dudas son razonables (reticencia a la vacunación). Hay que explicar siempre claramente las ventajas e inconvenientes de las vacunas. Cuando estas dudas no sean razonables, lo único que conseguirán es retrasar el momento en el que podamos alcanzar niveles de inmunidad colectiva. Esta pandemia continuará entonces, para todos, más tiempo del necesario.

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