Peccata minuta

Dios

No creo que Buñuel, Willy Toledo ni Rubianes tuviesen nada en contra de Dios -a quien no daban crédito-, sino contra algunos de sus más asquerosos beneficiarios en la Tierra

Willy Toledo, tras su juicio por insultar a Dios: "Es aberrante"

El actor Willy Toledo respondiendo a las preguntas de los medios de comunicación. / periodico

Joan Ollé

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El 28 de diciembre de 1930, día de los Santos Inocentes, se estrenó en París 'L’âge d’or', filme con guion de Salvador Dalí y Luis Buñuel, dirigida por el maño. Tres días más tarde, la Ligue des Patriotes atacó, al grito de «¡'Mort aux juifs'!», el cine donde se proyectaba, destrozando la sala y algunos muy valiosos cuadros surrealistas expuestos en el vestíbulo. El filme no volvió a exhibirse en Francia hasta la llegada de Mitterrand al Elíseo, en 1981; no gustó que un perverso y aristocrático celebrador de orgías se asemejase prodigiosamente a la figura de Jesucristo. El franquismo superó con creces la blasfemia de Buñuel concediendo a nuestro sanguinario caudillo el privilegio de pasear bajo palio, reservado hasta entonces a la hostia consagrada. 

También les recomiendo 'Spotlight', basada en la investigación llevada a cabo entre 2001 y 2002 por el diario 'The Boston Globe', que provocó que 249 sacerdotes fueran acusados de abuso sexual por sus propias víctimas, más de 1.000. Boston contaba entonces con 600.000 habitantes. Saquen cuentas: un niño/niña por cada 600 reverendos, a cuatro por sotana. El arzobispo y cardenal Bernard Francis Law fue discretamente trasladado a la basílica de Santa Maria Maggiore, a cuatro pasos del Vaticano del también encubridor papa Benedicto XVI, ahora medio rehabilitado por 'Two popes'.

Y, ya puestos, veamos o volvamos a ver 'Johnny cogió su fusil', 'Mar adentro', 'Million dollar baby'… todas ellas protagonizadas por personas que optaron por dejar atrás su infierno en vida para acceder al paraíso de la nada. No me hizo falta pasar por taquilla para ver en primer plano como algunos y algunas testigos de Jehová no dejaron ni un instante en paz a mi madre en su habitación de hospital, como cuervos, para garantizar que ella, también creyente, no cayese, in extremis, en la tentación de una transfusión de sangre. Les maldigo.

Como maldigo a las religiones que matan o destrozan pequeñas vidas en nombre de sus peores demonios: la iglesia rusa sigue bendiciendo su armamento antes de lanzarlo contra sus objetivos, los islamistas radicales gritan el nombre de Alá justo antes de activar sus cinturones explosivos…  Y ahora resulta que unos abogados católicos llevan a los tribunales a Willy Toledo, acusándole de falta de respeto por cagarse en la enigmática Virgen María. Las palabras no matan ni violan. No creo que Buñuel, Toledo ni Rubianes tuviesen nada en contra de Dios –a quien no daban crédito–, sino contra algunos de sus más asquerosos beneficiarios en la Tierra.